La iglesia de Santa Sabina (Santa Sarbana) está inmersa en un entorno natural que combina arte, espiritualidad y arqueología. En sus inmediaciones se encuentran los tradicionales muristenes, utilizados para albergar a los fieles durante las festividades religiosas, y un nuraghe, al que está adosada la respectiva aldea.
Su construcción data del periodo comprendido entre finales del siglo XI y principios del XII y recuerda influencias bizantinas y tardoantiguas, que se armonizan en el lenguaje arquitectónico románico. Los muros perimetrales, construidos con piedra traquita y basalto, confieren robustez y encanto a la imponente estructura.
Se accede a ella a través de un portal de entrada arqueado, dispuesto asimétricamente con respecto al ábside, que, junto con el porche a dos aguas que precede a la iglesia y el tejado a doble vertiente, aporta elegancia y armonía a la fachada.
En el interior, la planta central irregular se enriquece con un prothyrum y termina en un ábside embellecido con una doble ventana lanceolada simple, que hace que el edificio sea único en el panorama de las iglesias medievales de Cerdeña. A ambos lados del cuerpo central hay dos capillas absidales de planta rectangular, conectadas con la cámara principal a través de elegantes arcadas.
La pieza central del edificio es la cámara principal, una sala cilíndrica de unos seis metros de diámetro, rematada por una cúpula con bóveda cónica que ha fascinado a visitantes y estudiosos durante siglos.
La tradicional fiesta de Santa Sarbana mantiene viva aún hoy su tradición y culto.